27.8.12

Ruth y José


Esta mañana, al despertar y como hago siempre, he utilizado el teléfono móvil para apagar la alarma y luego he entrado en twitter. Lo hago siempre, desde la cama. A veces me llevo gratas sorpresas; en otras ocasiones alegrías o preocupaciones. Lo de hoy no tiene descripción.

Un jarro de agua fría cayó sobre mí cuando descubrí la noticia de lo que parece ser el final de una pesadilla. Tras este mal sueño de 11 meses, parecía que despertaríamos con un desenlace feliz, todos teníamos esa esperanza. Sin embargo, no ha sido así.

Los restos calcinados que se hallaron en la finca de ‘Las Quemadillas’ durante la primera visita de la policía tras la desaparición de los niños han resultado ser restos humanos: los restos de los pequeños Ruth y José.

Paradójicamente, el nombre de la parcela donde la familia de José Bretón tenía la casa de campo no ha podido ser más descriptivo.

No voy a entrar a juzgar a este parricida porque ya todo el mundo tiene en su corazón calificativos que lo definen. Solo diré que hay que estar muy enfermo para hacer una cosa así. Más enfermo aún debe estar alguien que, por dinero, lleve once meses defendiendo la inocencia de un asesino y ahora, casi con toda seguridad, tenga en mente recurrir a una supuesta enfermedad mental para restar años de condena a su cliente.

Mención especial tiene también la familia paterna de los pequeños. Mi mente aún no es capaz de buscar significado a la forma de callar el caso de la manera que lo han hecho, incluso pensando que hubieran podido estar en la finca durante los fatídicos acontecimientos.

Descansen en Paz, Ruth y José. A Ruth Ortíz y a su familia, mi más sentido pésame.

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