4.9.12

Ocaso fugaz





Estaba solo, pero acompañado. Los personajes de esa novela que empezó aburriéndole cuando inició su lectura con el calor veraniego de una playa repleta de domingueros, parecían estar allí con él, contándole el final de la historia. Las últimas páginas del libro pasaban fugaces, tan rápido, que parecía que la brisa fresca que corría esa tarde era quien pasaba las páginas. La intriga por descubrir el desenlace de la historia se convirtió en el motor que las desplazaba una tras otra.
De pronto, sentado en el banco de forja de color negro de aquél pequeño pueblo costero, los graznidos de las aves migratorias que acostumbraban a surcar los atardeceres del cielo en esa época del año le hicieron levantar la mirada al horizonte.


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