Estaba solo, pero acompañado. Los personajes de esa novela
que empezó aburriéndole cuando inició su lectura con el calor veraniego de una
playa repleta de domingueros, parecían estar allí con él, contándole el final
de la historia. Las últimas páginas del libro pasaban fugaces, tan rápido, que parecía
que la brisa fresca que corría esa tarde era quien pasaba las páginas. La intriga
por descubrir el desenlace de la historia se convirtió en el motor que las desplazaba
una tras otra.
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