30.3.13

Medio pan y un libro

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz."

Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931. Federico García Lorca

Éstas fueron las palabras del poeta Federico García Lorca que, con 33 años, estaba siendo testigo de la inauguración de una biblioteca en su pueblo. Reflexiones a estas palabras hay muchas, aunque quizás no hayamos cambiado tanto en 81 años y medio; o quizás sí y ahora estemos volviendo a aquella época. Las desigualdades entre los que tienen mucho y los que menos tienen cada día son más grandes. La brecha social es una herida grande que, conforme pasa el tiempo, se hace más difícil de suturar. Las grandes fortunas no están en los bolsillos de los más cultos, sino en manos de aquéllos con menos escrúpulos y capaces de escalar a la cima a costa de perjudicar a los demás, o cuanto menos, de no hacerlo bajo las mismas reglas.

Hoy en día, la cultura sigue pidiendo a gritos entrar en nuestras vidas y no debemos matarla sustituyéndola por programas de televisión donde se debate si el tronista es guapo o feo, o por otros donde el que grita más es el que parece que lleva más razón, o por aquél que es capaz de acaparar todos las conversaciones del día siguiente a su emisión gracias al semi-desnudo de su presentadora.

Seamos egoístas de la cultura y no dejemos otros "lean" por nosotros, porque la interpretación que otros den al libro que todos compartimos puede no gustarnos y entonces será demasiado tarde.

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