16.9.13

Crítica de "La Gran Familia Española"

A veces es inevitable que cometamos errores. Lo que no es inevitable es admitir que nos hemos equivocado y reconocerlo ante quien sea, aunque lo más fácil sea dejar pasar el tiempo (y los acontecimientos) y dejar que el azar elija las consecuencias.
En otras ocasiones, necesitamos tener cerca a esa persona que inunde de cordura nuestra habitual locura.
No somos perfectos. Quizá esas imperfecciones cotidianas y la elección de personajes absolutamente desgraciados sean la principal razón que hace especial a este tipo de películas que tan bien consigue definir el director Sánchez Arévalo. Un patrón que iniciara con Gordos y continuara con Primos, pero que previamente ya ensayara en varios cortometrajes y que, de momento, ya le ha valido la preselección como película española candidata al Óscar a mejor película de habla no inglesa.
Con La Gran Familia Española ries, lloras, te vuelves a reir para luego hacerlo a carcajadas y mientras terminas la risa, un diálogo serio hace que se te ponga la piel de gallina. Quizás porque posiblemente lo que estás oyendo en ese diálogo te haya ocurrido antes, quizás porque todos en el fondo estemos un poco locos y al vacío entre locura y locura le llamemos cordura.
El guión usa como excusa una boda poco creíble el día de la final del mundial de fútbol para hacernos ver que a cualquiera en nuestra vida se nos presentan dudas y que los problemas tenemos que afrontarlos apoyándonos en nuestra gente porque "si no tenemos a alguien a contarle nuestra vida, no tenemos vida".
El reparto asegura muy buenas interpretaciones que pueden corroborarse incluso en las primeras escenas.
La música original está en manos de Josh Rouse, que repite tras llenar de magia las mejores escenas en "Primos".
Se observan algunos buenos detalles en la fotografía y hay una excelente dirección de actores.

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